domingo, 19 de abril de 2009

Sobre "Salones" De Felipe Moncada Mijic


Por Rodrigo Arroyo Castro
La poesía es ya un centro desde el cual y en el cual nos recogemos, pero no debemos dejar de prestar atención a que el lenguaje poético no tiene centro; así, el escritor, que no es sino el lector, es alguien que pertenece a ese lenguaje descentrado, definido así por Blanchot en El libro por Venir. Toco el tema del descentramiento, en la presentación de este libro, porque no hay que olvidar que la crisis de la representación es parte del descentramiento (definido así por Foucault en Las Palabras y las cosas) propio de la modernidad. Reitero que es importante porque la crisis de la representación nos acerca a un espacio que actúa como contexto del libro de Felipe Moncada, me refiero al Salón, Salones en este caso. La figura del salón es y no es parte de la crisis de la representación(1); y esta condición ambigua le confiere incertidumbre a dicho espacio, y de paso al libro, surge entonces una curiosa coincidencia con Blanchot respecto a la incertidumbre(2). En una conversación con Felipe, él me dice que simplemente este libro es un cruce entre la física y las artes visuales. Pero claro, no es tan así. Es fácil intuir que con esa definición sobre el libro Felipe deja mucho espacio sin cubrir. No puedo dejar de decir o de malamente intentar definir el libro de otra forma; diría más bien que éste libro es (o actúa como) una representación desplegando otra representación(3). Y tal despliegue lo encontramos cuando él dice “La tela es un campo de batalla” en su primer poema, recordándonos de paso el texto de una serigrafía de la artista estadounidense Barbara Kruger, dicho texto dice: “Tu cuerpo es un campo de batalla”(4). Omitiendo discursos de género que no vienen al caso, es atractiva la idea de fijar el campo de batalla, de acción desde el contexto físico en el cual y hacia el cual se dirige una poética en este caso, el sustrato diríamos. Y realmente la encuentro atractiva porque sólo así se me ocurre cómo explicar la constante actitud crítica o irónica de Salones respecto a las vanguardias o a ese arte posterior al ready made que no supo asimilar el gesto Duchampiano; no es que el libro se transforme en teoría de artes visuales, para nada. Hay humor de sobra para evitarlo. Pero no podemos dejar pasar, o no darle una lectura adecuada a lo que el texto sí nos señala. Como ha sido el caso de la referencia a Barbara Kruger, y el millón de diapositivas de Alfredo Jaar, aunque podría hablar del “tanque de cartón” en relación al tanque (de madera) que Eugenio Téllez exhibió en la sala Matta del Museo Nacional de Bellas Artes; de Joseph Beuys a partir del fieltro, o de “Camondo”, el pintor engañado que odia al fotógrafo, en la Lección de Pintura de Couve, a partir del epígrafe de Claudio Bravo. Y las tomo en cuenta porque no son solo referencias al pasar; articulan una preocupación no por el arte, o los espacios exhibitivos, no. El problema que plantean es el tratamiento de las imágenes y su circulación. Cómo nos someten las imágenes desde un punto de vista social, por eso las referencias en que me he fijado tienen su eje en lo bélico, en la constante guerra a la que nos vemos y veremos sometidos. Bueno, menos la de Couve y Bravo, pero ellas dan cuenta de un momento particular del arte chileno. La metáfora del pintor engañado por el fotógrafo no es sino el reclamo de Couve respecto al rumbo de la pintura en Chile. Reclamo o síntoma de una escritura adelantada respecto a la obra visual del mismo Couve, quién se ve relegado ante el nexo de Gonzalo Díaz con José Balmes.

Asimismo como rescato, no puedo omitir cierto uso riesgoso de imágenes que pueden saturar un discurso irónico crítico y lúcido. Quizá cierto barroquismo que se despliega a partir de la misma mirada desconfiada que tiene Felipe de los artistas, o del arte para artistas; o el arte del artista individual; o el arte fuera de contexto al que alude Hegel en su incomprendida y sobreexpuesta muerte del arte. Insisto, a pesar de justificar el fondo que encuentro en Salones no puedo dejarle pasar por alto o no advertirle, sus riegos, precisamente por su exceso exhibitivo y que sería parte de lo criticado; dentro de esto quizá, al hacer una proyección algo excesiva y no menos forzada, podemos apreciar cierto tono, cierto vínculo con la forma de estructurar los poemas que se emparentaría con algunas de las proposiciones del Tractatus de Wittgenstein. Del mismo modo podría vincular el título de este libro con el libro de escritos sobre arte de Baudelaire. Y con la forma que Felipe tiene de acercarse a las artes visuales; no con la rigurosidad académica sino con el sentido del merodeo, de un acercamiento que podríamos –ingenuamente- definir como intuitivo; vuelvo aquí entonces sobre algo dicho al pasar; el humor. La vía humorística –graciosa si se quiere- que toma Felipe da cuenta de algo en lo que no podemos sino coincidir con Agamben(5), no hay autoridad para hablar (o garantizar) una experiencia. Así, desde esa imposibilidad de experiencia Salones parodia al artista –o al arte- moderno (o postmoderno) que busca aquella originalidad vacua de la que habla Baudelaire en sus salones. Del mismo modo ese humor, que genera una cercanía, no es sino una ilustración de la posición del flâneur, es decir, dentro de la multitud; o dentro del lector en este caso, con él. No podría adoptar adoptarse una posición lejana respecto al lector porque no se representaría la imagen de dejarse llevar por una multitud. De adoptar otra posición, otra habla, Felipe estaría autorizándose como autor, mermando así lo que este libro propone; es por esto que resulta lógico el haber incluido los agradecimientos como un último poema, pues borra toda distancia, entre autor y lector; evidenciando que no son sino una sola persona.

Agradezco finalmente a Felipe el haberme invitado a presentar este pequeño libro, porque su propia contención le permite un desborde de sentido que lo sitúa lejos de muchos otros libros publicados recientemente, y que carecen de reflexión, de un desborde de sentido; al tiempo que se exceden en páginas, en la gestualidad, en el escaso entendimiento de lo político. Reluciendo así las ansias desmedidas y la poca o nula vergüenza por figurar. Este libro entonces, sin pretender sobredimensionarlo, nos hace un llamado a reflexionar sobre una verdadera intención de alejamiento de una hegemonía cultural. El acercamiento a editoriales pequeñas y de apuestas lejanas a conceptos como: alternativo, marginal, político; le confiere al libro y de paso a Felipe aquello en lo que coincidíamos con Agamben; pero ahora desde la vereda opuesta: encontramos aquí una experiencia, basada no en conceptos, sino en la la palabra y el relato; lo que nos acerca a un autor.

Valparaíso, abril del 2009.






Notas

(1).- La diferencia o condición ambigua del Salón se da por sus contextos. Mientras es espacio para las vanguardias, es también un espacio institucional. No es lo mismo el salón que exhibe las primeras obras cubistas de Picasso y que Mallarmé visita al salón que inaugura el Museo de Bellas Nacional de Bellas Artes, tomando en cuenta la exigua diferencia de años. Por otra parte, al hablar de Picasso tomo un verso de Felipe, que da justicia al fundador del cubismo, Juan Gris. Felipe dice: “el más gris de los cubistas”.

(2).- BLANCHOT, Maurice, El libro por venir, Ed. Trotta, Madrid 2005, Trad. Cristina de Peretti y Emilio Velasco, Le livre à venir. Pág. 280. “la duda pertenece a la certidumbre poética, del mismo modo que la imposibilidad de afirmar la obra nos aproxima a su afirmación propia”

(3).- KRISTEVA Julia, Sentido y sinsentido de la Rebeldía. Literatura y psicoanálisis, Ed. Cuarto Propio, Santiago 1999, Trad. Guadalupe Santa Cruz, Sens et non-sens de la révolte. Pouvoirs et limites de la psychanalyse I, Pág. 163. “la cultura es una representación que despliega la representación”. Quizá sea un ejemplo forzado por la diferencia de contextos, pero la importancia de rescatar esta idea es que lo importante –en ambos casos- es el despliegue (que no es sino el hacer), por sobre la representación. Así, el resultado queda disminuido respecto al hacer, el decir.

(4).- El texto original es: “your body is a battleground”.

(5).- Agamben, Giorgio, Infancia e historia. Ensayo sobre la destrucción de la experiencia.

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